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Carlos Prieto, Vicente Rivero y Jorge Mogollón, padres afectados por los procesos de divorcio.
Foto: Massutí


Varios padres de familia separados enumeran sus dificultades económicas tras pagar las pensiones a sus ex mujeres

I. OLAIZOLA. PALMA. Regina Vallés, responsable de la comisión de Familia del Colegio de Abogados, admite que hoy en día es muy difícil subsistir tras haber afrontado un proceso de divorcio: "Si hay hijos, normalmente la custodia es otorgada a la madre, que por lo tanto se queda con la casa familiar. El progenitor ha de afrontar una pensión alimenticia media de unos trescientos euros mensuales. Los problemas comienzan cuando el padre separado ha de buscarse un lugar para vivir de alquiler que le puede suponer unos 600 euros mensuales. A estos le añades los 300 de la pensión alimenticia más la parte que le corresponda del pago pendiente de la hipoteca del domicilio familiar y te encuentras con situaciones dramáticas en sueldos medios de 1.500 euros mensuales".
"La solución pasa muchas veces por retornar a la casa de los padres o, como en los tiempos universitarios, compartir piso con otras personas que se encuentren en la misma situación", revela la letrada.
En otras comunidades es más corriente el pago de la pensión compensatoria, pensada para los casos en que uno de los cónyuges resulte perjudicado por el cese de la convivencia. Vallés aclara que esta pensión complementaria la incluyó el legislador en el año 81, cuando se promulgó la ley del divorcio, para atender casos flagrantes de mujeres de avanzada edad y con escasa cualificación profesional que, tras un periodo largo de matrimonio, quedaban en una situación económica muy desfavorable. "En Balears ya casi no se concede ya que, en esta comunidad, es raro que una persona de cuarenta años permanezca en paro más de uno o dos años".
"De todas formas, en todo trámite de divorcio cada sentencia tiene que ser como un traje a medida y muchas veces los jueces no actúan como buenos sastres", denuncia la responsable de la comisión de Familia.
"He conseguido sobrevivir al proceso de mi divorcio gracias a que tengo un buen sueldo, soy ingeniero de Telefónica, tenía un colchón de diez millones ahorrados, una casa pagada, sin cargos ni hipoteca, y a que soy una persona austera, acostumbrada a vivir sin grandes gastos", cuenta su historia personal Vicente Rivero.
Cuando se separó en el año 2002 tenía tres hijos: un niño de 14 años, una niña de 12 y la pequeña, de nueve años. Afirma que los tres hijos pidieron vivir con él, pero que el juez le dio la tutela de la menor a la madre. "Menos mal que la casa estaba pagada y que mi salario es alto, ya que tenía que hacer frente a una pensión alimenticia para mi hija de trescientos euros, otra compensatoria para mi ex mujer de 260, el pago de una casa en alquiler digna en la que vivir con mis dos hijos más el gasto en exclusiva de la manutención de los dos mayores", recuerda.
Dos años después las cosas se agravaron cuando le quitaron la custodia de su hija mayor. "Me encontré con que tenía que abonar dos pensiones alimenticias en vez de una más la compensatoria, en total más de mil euros. A esta cantidad había que añadir unos 600 euros del piso del alquiler y correr con todos los gastos de manutención, educación y ocio de mi hijo", recuerda Vicente.
En 2005, siempre según el testimonio del padre, le devolvieron la custodia de su hija mayor y la madre cerró el domicilio familiar para trasladarse a vivir a Málaga con la pequeña. Un año después salió la sentencia de divorcio que autorizaba al uso de la vivienda familiar a Vicente y a su dos hijos, aunque ésta se retrasó hasta junio del pasado año. "Fueron dos años y medio pagando alquiler cuando tenía mi casa ahí, cerrada, sin poder entrar en ella", recuerda con amargura Vicente.
En la actualidad, la situación del ingeniero de Telefónica es un poco más desahogada: "No pago alquiler, aunque me hago cargo en exclusiva de la manutención de los dos mayores y sigo pasando una pensión alimenticia por la pequeña de 360 euros más la compensatoria para mi mujer de 290".
"Pese a que la ley establece que cada progenitor pague porcentualmente a sus ingresos la parte que le toque para la manutención de los hijos, en realidad soy yo el que está haciendo todo el desembolso con los que viven conmigo, además del dinero que cada mes paso para la pequeña de Málaga", denuncia.
La situación de Carlos Prieto, secretario general de la Asociación de Padres de Familia Separados de Balears (APFSB) también es crítica tras un proceso de separación largo y plagado de incidencias. Ahora, echando una mirada atrás, Carlos tiene una idea bien clara en la cabeza: "En los divorcios la situación está desequilibrada porque se ponen todas las trabas posibles para que un padre pueda rehacer su vida si su ex mujer no se lo permite".
Pero, ¿qué es lo que ha pasado para justificar esta amargura y esta desconfianza hacia los tribunales de justicia. Carlos es contundente. "Las custodias se dan siempre a la mujer sin valorar cuál de los dos progenitores es mejor. Si éstas fueran más equilibradas, se fomentaría más la conciliación previa. Además, las pensiones se fijan sin valorar que los padres también tienen que darle un techo a sus hijos o sin tener en cuenta si paga una hipoteca por la casa familiar. Por tanto, se está fomentando que dependan de la buena voluntad de sus ex mujeres para rehacer sus vidas lo que propicia que muchos padres sigan mirando atrás con odio o tristeza mientras sus antiguas parejas rehacen su vida en la casa que ellos pagan".
"En el año 2000 se inició el proceso de separación, cuando mi hija contaba con seis meses de edad. Tras unos años en los que pasó de todo, con incumplimiento del régimen de visitas, denuncias de violencia doméstica e incluso de agresión sexual, en febrero de 2007, con un informe psicológico de por medio, el juzgado dictaminó que la niña debía vivir conmigo. No obstante, la Audiencia Provincial revocó esta sentencia y volvió a otorgarle la custodia a la madre", recuerda.
Y en la actualidad la situación de Carlos es insalvable. "Gano unos 2.200 euros mensuales a los que hay que descontar los 650 euros que paso a mi ex mujer por la pensión alimenticia de la niña que la Audiencia me incrementó inexplicablemente en un 30% en noviembre, los 470 euros que todavía pago por la hipoteca de la casa que compré con mi ex mujer, los 690 euros de la hipoteca de la nueva casa donde estoy intentando rehacer mi vida con mi segunda mujer y que compramos sin sospechar que me iban a subir la pensión, más los 400 euros del préstamo que pedí para arreglar la casa familiar que mi ex mujer dejó inhabitable tras una sentencia de febrero de 2007 que me daba la custodia y un uso de la vivienda que luego fueron revocadas. En total suman 2.210 euros mensuales, por encima de mis ingresos habituales. Cometí el error de intentar rehacer mi vida tras la separación y eso, en España, si la mujer no colabora, sólo puede permitírselo divorciados como Jesulín o los Albertos", recalca.
El caso de Jorge Mogollón, un humilde instalador de gas, fue más dramático. En 2003 se separó de su mujer tras descubrir que su hija recién nacida era alcohólica fetal, una consecuencia de los problemas con la bebida que afirma que padecía su ex mujer.
"Me fui de casa y tuve que afrontar unos gastos que no podía asumir de ninguna de las maneras: pagaba 600 euros por la hipoteca del domicilio familiar en el que vivían mi ex mujer y mis dos hijos, otros 400 en concepto de pensión alimenticia y otros doscientos como compensatoria para mi mujer, que no trabajaba. Con mi sueldo de instalador no me llegaba y me tuve que ir a vivir dentro de mi coche", rememora Jorge.
En el interior de su vehículo pasó cerca de tres años y su caso saltó a los medios de comunicación, lo que propició que el encargado de su empresa se compadeciese y le facilitase un lugar en las oficinas en el que poder dormir.
"En 2007 dejé de pagar los 600 euros de la hipoteca del domicilio familiar y el banco embargó el piso. Mi mujer se fue a vivir con los niños al domicilio de su madre en Madrid y yo le sigo pasando cuatrocientos euros al mes para la manutención de los niños. La pensión compensatoria dejé de pagarla porque la madre comenzó trabajar y porque a mí, con el gasto añadido del alquiler, ya me va todo un poco justo", concluye Jorge.

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